Viaje al corazón de la Denominación de Origen Ribera de Duero
Viña Pedrosa, tres generaciones dedicadas al amor al terruño
En pleno corazón de Castilla, al sur de la provincia de Burgos y al abrigo de la meseta del Duero se alza la pequeña localidad de Pedrosa de Duero, que abarca una extensión de unos 70 km2 con una población que apenas rebasa los 600 habitantes y que se dedica casi en exclusiva a la viticultura, al contar con cinco pujantes Bodegas. Unos datos para muchos irrelevantes por su cuantía pero que forman parte del devenir histórico de un país, en el que la inmigración hacia las ciudades hizo que, durante muchas décadas, la suerte de la agricultura quedara malparada y que ve, como en las últimos tiempos, el auge de la cultura vinícola ha provocado un resurgir de unas humildes zonas cargadas de historia, tradiciones y que amalgaman la esencia del trabajo.
Una herencia generacional
En la actualidad la segunda generación de los Pérez Pascuas dirige los designios de la bodega, ya que los tres hijos varones de Mauro Pérez, Benjamín, Manuel y Adolfo rigen el día a día de los viñedos, cada uno encargado de un apartado específico. Así, Benjamín realiza las labores propias del cuidado diario del viñedo, Manuel se encarga de la producción del vino y Adolfo desempeña la labor comercial de la insignia. Por su parte, José Manuel Pérez Obejas, hijo de Benjamín, como representante de la tercera generación familiar, se encarga, tras su estudios como Ingeniero Técnico Agrícola y Licenciado en Enología, de la parte técnica y cuidado del vino. Una bodega familiar con vistas al futuro, una vez que asentada en un fructífero presente prepara con mimo sus nuevas metas de las que la nueva generación familiar pretende postergar en el tiempo el amor a un trabajo bien hecho.
Un proceso laborioso
Antes de la llegada del vino al comercio muchos son los trabajos que la familia ha tenido que llevar a cabo. Durante el año, siempre bajo el paraguas de las condiciones climatológicas, el cuidado diario de las vides forma parte inherente del devenir laboral. Con la llegada de la vendimia surgen nuevas labores como la recolección de la uva, para luego trasladar el fruto hacia un tolva que se encarga del despalillado, que consiste en la separación del raspón y la uva propiamente dicha. Posteriormente, ya en la nave de elaboración y vinificación, se procede al proceso de fermentación, donde una serie de procesos químicos y de maceración de los caldos vivirán sus primeros pasos hasta ser trasladados primero a las barricas de roble americano, por su poca porosidad, para más tarde ser trasladadas a nuevas barricas de roble francés, gracias a las cuales los vinos acogerán texturas y aromas más complejos y atractivos al paladar. Como paso final los caldos acabarán por adquirir cuerpo en la fase de embotellado donde proseguirán con su crecimiento en el denominado dormitorio de botellas. Por todo ello, el enólogo, aconseja a quién se acerque a una botella de Viña Pedrosa y Pérez Pascuas que “la trate con respeto, que la abra despacio media hora antes de ser tomada y que lo beba con interés y, sobre todo, bien compartido con un grupo de amigos, ya que resulta muy enriquecedor compartirla con amigos íntimos”. Y es que como José Manuel apostilla “detrás de cada botella hay un proceso muy largo y muchas horas de trabajo”.
Un crecimiento sosegado
En la actualidad, la Bodega posee un total de 120 hectáreas de viñedos en propiedad, de los que de media se suelen recoger 400.000 kilos de uva anuales, de los que el 90% es la variedad tinta y el resto es de la variedad Cabernet Sauvignon. La bodega, en la que trabajan alrededor de 25 personas de manera fija más los trabajadores temporales en época de vendimia, produce anualmente cerca de medio millón de botellas, de vinos “de gran longevidad que siguen ganando con el tiempo embotellado y que conservan la potencia y la elegancia” afirma José Manuel. Para el propio enólogo este proceso de producción les permite “tener un control máximo del vino, siempre pensando en la calidad. A veces el hacer mucho producto tienes descontrol y es más difícil garantizar la calidad y sobre todo la regularidad año tras año. Nosotros tenemos muy claro el concepto de que no vamos a correr riesgos innecesario”.
En la actualidad Viña Pedrosa exporta el 40% de su producción, a lugares tan dispares como Suecia, Noruega, Finlandia, Suiza, Méjico, EEUU, Rusia, Puerto Rico, Brasil y República Dominicana. La Bodega busca ahora centralizar sus esfuerzos, a través de Juan de la Vega, Director Comercial de Exportación de la empresa, en los países asiáticos, donde gigantes como China y Japón valoran los denominados “vinos de terruño”. Uno de sus importadores más conocidos es el propio entrenador del Getafe C.F., Michael Laudrup, que ha introducido los caldos en su país de origen, Dinamarca. Además, en Viña Pedrosa se sienten orgullosos de que sus caldos
Enoturismo y visitantes de lujo
Uno de los principales aciertos de la comarca vitivinícola del Duero es el impulso del denominado Ecoturismo, una suerte de visitas turísticas por la zona con el vínculo común del disfrute del vino. Para ello, Viña Pedrosa ha dispuesto diversas ubicaciones para atraer al público general, como la Tienda y recepción de Clientes y el Salón Social. Todo con un propósito esencial, ya que como proclama el propio Manuel Pérez “todos los días son importantes para cambiar impresiones con cualquier gente del mundo, siempre que a una persona le guste, nosotros disfrutamos con cualquiera que venga a la bodega”.
Por sus remozadas instalaciones, con recientes ampliaciones de sus bodegas que albergan cerca de 3000 barricas, han pasado numerosas personalidades, como el ex presidente de Gobierno José María Aznar, el cantante Miguel Bosé, numerosos deportistas, como Miguel Induráin, Iker Casillas, Eusebio, embajadores y un largo etcétera de reconocidos personajes de diversa índole, todos ellos bajo un denominador común, el Vino con mayúsculas. Como culmen a su labor, la familia se siente orgullosa de haber suministrado vinos Viña Pedrosa durante ocho años consecutivos al Vaticano, que era utilizado en la cena de Nochebuena y en la comida de Navidad e, incluso, Manuel Pérez guarda un grato recuerdo de su visita a la Santa Sede, tras ser recibidos por el ya fallecido Don Juan Pablo II.
El cambio climático de momento no hace estragos
Recientemente los estragos del preocupante cambio climático han obligado a ciertas bodegas, fundamentalmente de la comarca riojana, a tener que reorientar sus viñedos con el fin de paliar el aumento paulatino de las temperaturas para poner al abrigo las futuras cosechas vitivinícolas. Según José Manuel Pérez Obejas las vides de la familia “se encuentran en una zona privilegiada por la altitud, las noches frías que tenemos en la comarca permiten que nuestros vinos tengan un gran equilibrio, además de las temperaturas suaves del día nos dan la posibilidad obtener unos caldos que rondan los 14 grados con una acidez positiva” todo un cúmulo de circunstancias privilegiadas que permiten que sus vinos “posean una larga vida en botella”. Su trabajo le lleva a catar de 10 a 12 vinos al día y hacer un seguimiento pormenorizado de los vinos de la bodega para contemplar su comportamiento, además de tener en cuenta otros factores como la pluviometría y otros parámetros climatológicos que le servirán para “orientar y manejar los vinos en función de la uva de cada año”. A pesar de su preparación no duda en corroborar que uno de sus principales activos es la “la sabiduría que me han transmitido mis padres mis tíos y mi abuelo. Esos conocimientos me han servido para tener un camino más fácil”.
En los orígenes de la DO Ribera de Duero
“Fuimos los pioneros en la lucha por instaurar una denominación de origen de los vinos de la comarca” afirma D. Manuel Pérez Pascuas, símbolo de una segunda generación familiar dedicada con mimo al cuidado y cultivo del terruño. Su tez coloreada por el cortante frío burgalés, sus manos con ineludibles vestigios de su día a día al pie de los viñedos y su desbordante pasión por la cultura del vino no duda en evocar sus orígenes, cuando tras varios años como componentes de una cooperativa local comenzaron a caer en la cuenta de la necesidad de crear una Denominación de Origen para los vinos de la comarca. Tras varias luchas y reuniones con los múltiples pueblos colindantes, la DO se fraguó en 1980 tras la firma por parte del ministro de Agricultura de la época en la Estación de Madrid. “Al principio entramos a formar parte de la DO 6 ó 7 bodegas particulares y el resto cooperativas” afirma Manuel que destacó como posteriormente se añadieron los bodegueros de los afamados “Vega Sicilia, Portos y Pesquera” y es que como el mismo opina, “al principio la DO era una apuesta arriesgada por eso algunos optaron por esperar más tiempo. Manuel recuerda como su tan idolatrado progenitor D. Mauro Pérez ya le comentaba allá por la década de los 60, cuando muchos emigraban del campo a las ciudades, que “que teníamos que meternos en el mundo del vino y olvidarnos de agricultura extensiva, porque el vino cambia los pueblos”. Todo un adelantado a su época, al que tiempo le ha dado la razón una vez que los pequeños pueblos de la comarca han experimentado un crecimiento paulatino hacia el bienestar y la pujanza económica. Tras 29 cosechas Manuel considera que “la vida va muy deprisa y hay que ir por delante de cómo vienen los tiempos. Creo que estamos empezando el camino del éxito, no sé si lo veré pero en unos años esta será una de las grandes zonas de vino del mundo, a la altura de Burdeos, Borgoña o Sudáfrica”.
Viña Pedrosa, tres generaciones dedicadas al amor al terruño
En pleno corazón de Castilla, al sur de la provincia de Burgos y al abrigo de la meseta del Duero se alza la pequeña localidad de Pedrosa de Duero, que abarca una extensión de unos 70 km2 con una población que apenas rebasa los 600 habitantes y que se dedica casi en exclusiva a la viticultura, al contar con cinco pujantes Bodegas. Unos datos para muchos irrelevantes por su cuantía pero que forman parte del devenir histórico de un país, en el que la inmigración hacia las ciudades hizo que, durante muchas décadas, la suerte de la agricultura quedara malparada y que ve, como en las últimos tiempos, el auge de la cultura vinícola ha provocado un resurgir de unas humildes zonas cargadas de historia, tradiciones y que amalgaman la esencia del trabajo.
Una herencia generacional
En la actualidad la segunda generación de los Pérez Pascuas dirige los designios de la bodega, ya que los tres hijos varones de Mauro Pérez, Benjamín, Manuel y Adolfo rigen el día a día de los viñedos, cada uno encargado de un apartado específico. Así, Benjamín realiza las labores propias del cuidado diario del viñedo, Manuel se encarga de la producción del vino y Adolfo desempeña la labor comercial de la insignia. Por su parte, José Manuel Pérez Obejas, hijo de Benjamín, como representante de la tercera generación familiar, se encarga, tras su estudios como Ingeniero Técnico Agrícola y Licenciado en Enología, de la parte técnica y cuidado del vino. Una bodega familiar con vistas al futuro, una vez que asentada en un fructífero presente prepara con mimo sus nuevas metas de las que la nueva generación familiar pretende postergar en el tiempo el amor a un trabajo bien hecho.
Un proceso laborioso
Antes de la llegada del vino al comercio muchos son los trabajos que la familia ha tenido que llevar a cabo. Durante el año, siempre bajo el paraguas de las condiciones climatológicas, el cuidado diario de las vides forma parte inherente del devenir laboral. Con la llegada de la vendimia surgen nuevas labores como la recolección de la uva, para luego trasladar el fruto hacia un tolva que se encarga del despalillado, que consiste en la separación del raspón y la uva propiamente dicha. Posteriormente, ya en la nave de elaboración y vinificación, se procede al proceso de fermentación, donde una serie de procesos químicos y de maceración de los caldos vivirán sus primeros pasos hasta ser trasladados primero a las barricas de roble americano, por su poca porosidad, para más tarde ser trasladadas a nuevas barricas de roble francés, gracias a las cuales los vinos acogerán texturas y aromas más complejos y atractivos al paladar. Como paso final los caldos acabarán por adquirir cuerpo en la fase de embotellado donde proseguirán con su crecimiento en el denominado dormitorio de botellas. Por todo ello, el enólogo, aconseja a quién se acerque a una botella de Viña Pedrosa y Pérez Pascuas que “la trate con respeto, que la abra despacio media hora antes de ser tomada y que lo beba con interés y, sobre todo, bien compartido con un grupo de amigos, ya que resulta muy enriquecedor compartirla con amigos íntimos”. Y es que como José Manuel apostilla “detrás de cada botella hay un proceso muy largo y muchas horas de trabajo”.
Un crecimiento sosegado
En la actualidad, la Bodega posee un total de 120 hectáreas de viñedos en propiedad, de los que de media se suelen recoger 400.000 kilos de uva anuales, de los que el 90% es la variedad tinta y el resto es de la variedad Cabernet Sauvignon. La bodega, en la que trabajan alrededor de 25 personas de manera fija más los trabajadores temporales en época de vendimia, produce anualmente cerca de medio millón de botellas, de vinos “de gran longevidad que siguen ganando con el tiempo embotellado y que conservan la potencia y la elegancia” afirma José Manuel. Para el propio enólogo este proceso de producción les permite “tener un control máximo del vino, siempre pensando en la calidad. A veces el hacer mucho producto tienes descontrol y es más difícil garantizar la calidad y sobre todo la regularidad año tras año. Nosotros tenemos muy claro el concepto de que no vamos a correr riesgos innecesario”.
En la actualidad Viña Pedrosa exporta el 40% de su producción, a lugares tan dispares como Suecia, Noruega, Finlandia, Suiza, Méjico, EEUU, Rusia, Puerto Rico, Brasil y República Dominicana. La Bodega busca ahora centralizar sus esfuerzos, a través de Juan de la Vega, Director Comercial de Exportación de la empresa, en los países asiáticos, donde gigantes como China y Japón valoran los denominados “vinos de terruño”. Uno de sus importadores más conocidos es el propio entrenador del Getafe C.F., Michael Laudrup, que ha introducido los caldos en su país de origen, Dinamarca. Además, en Viña Pedrosa se sienten orgullosos de que sus caldos
Enoturismo y visitantes de lujo
Uno de los principales aciertos de la comarca vitivinícola del Duero es el impulso del denominado Ecoturismo, una suerte de visitas turísticas por la zona con el vínculo común del disfrute del vino. Para ello, Viña Pedrosa ha dispuesto diversas ubicaciones para atraer al público general, como la Tienda y recepción de Clientes y el Salón Social. Todo con un propósito esencial, ya que como proclama el propio Manuel Pérez “todos los días son importantes para cambiar impresiones con cualquier gente del mundo, siempre que a una persona le guste, nosotros disfrutamos con cualquiera que venga a la bodega”.
Por sus remozadas instalaciones, con recientes ampliaciones de sus bodegas que albergan cerca de 3000 barricas, han pasado numerosas personalidades, como el ex presidente de Gobierno José María Aznar, el cantante Miguel Bosé, numerosos deportistas, como Miguel Induráin, Iker Casillas, Eusebio, embajadores y un largo etcétera de reconocidos personajes de diversa índole, todos ellos bajo un denominador común, el Vino con mayúsculas. Como culmen a su labor, la familia se siente orgullosa de haber suministrado vinos Viña Pedrosa durante ocho años consecutivos al Vaticano, que era utilizado en la cena de Nochebuena y en la comida de Navidad e, incluso, Manuel Pérez guarda un grato recuerdo de su visita a la Santa Sede, tras ser recibidos por el ya fallecido Don Juan Pablo II.
El cambio climático de momento no hace estragos
Recientemente los estragos del preocupante cambio climático han obligado a ciertas bodegas, fundamentalmente de la comarca riojana, a tener que reorientar sus viñedos con el fin de paliar el aumento paulatino de las temperaturas para poner al abrigo las futuras cosechas vitivinícolas. Según José Manuel Pérez Obejas las vides de la familia “se encuentran en una zona privilegiada por la altitud, las noches frías que tenemos en la comarca permiten que nuestros vinos tengan un gran equilibrio, además de las temperaturas suaves del día nos dan la posibilidad obtener unos caldos que rondan los 14 grados con una acidez positiva” todo un cúmulo de circunstancias privilegiadas que permiten que sus vinos “posean una larga vida en botella”. Su trabajo le lleva a catar de 10 a 12 vinos al día y hacer un seguimiento pormenorizado de los vinos de la bodega para contemplar su comportamiento, además de tener en cuenta otros factores como la pluviometría y otros parámetros climatológicos que le servirán para “orientar y manejar los vinos en función de la uva de cada año”. A pesar de su preparación no duda en corroborar que uno de sus principales activos es la “la sabiduría que me han transmitido mis padres mis tíos y mi abuelo. Esos conocimientos me han servido para tener un camino más fácil”.
En los orígenes de la DO Ribera de Duero
“Fuimos los pioneros en la lucha por instaurar una denominación de origen de los vinos de la comarca” afirma D. Manuel Pérez Pascuas, símbolo de una segunda generación familiar dedicada con mimo al cuidado y cultivo del terruño. Su tez coloreada por el cortante frío burgalés, sus manos con ineludibles vestigios de su día a día al pie de los viñedos y su desbordante pasión por la cultura del vino no duda en evocar sus orígenes, cuando tras varios años como componentes de una cooperativa local comenzaron a caer en la cuenta de la necesidad de crear una Denominación de Origen para los vinos de la comarca. Tras varias luchas y reuniones con los múltiples pueblos colindantes, la DO se fraguó en 1980 tras la firma por parte del ministro de Agricultura de la época en la Estación de Madrid. “Al principio entramos a formar parte de la DO 6 ó 7 bodegas particulares y el resto cooperativas” afirma Manuel que destacó como posteriormente se añadieron los bodegueros de los afamados “Vega Sicilia, Portos y Pesquera” y es que como el mismo opina, “al principio la DO era una apuesta arriesgada por eso algunos optaron por esperar más tiempo. Manuel recuerda como su tan idolatrado progenitor D. Mauro Pérez ya le comentaba allá por la década de los 60, cuando muchos emigraban del campo a las ciudades, que “que teníamos que meternos en el mundo del vino y olvidarnos de agricultura extensiva, porque el vino cambia los pueblos”. Todo un adelantado a su época, al que tiempo le ha dado la razón una vez que los pequeños pueblos de la comarca han experimentado un crecimiento paulatino hacia el bienestar y la pujanza económica. Tras 29 cosechas Manuel considera que “la vida va muy deprisa y hay que ir por delante de cómo vienen los tiempos. Creo que estamos empezando el camino del éxito, no sé si lo veré pero en unos años esta será una de las grandes zonas de vino del mundo, a la altura de Burdeos, Borgoña o Sudáfrica”.
Reportaje Publicaod en la Revista Escuela de Cocina. http://www.ecocina.net
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